Gracias a las Partidas de Alfonso x el Sabio y otras fuentes
históricas tenemos noticia de la notable presencia de los juglares de
gesta, los más estimados de todos. Los moralistas, de hecho, tenían por
únicos juglares dignos de este nombre a los cantores de gestas de nobles
y santos.
En la Crónica General de 1344 se distingue entre juglares de boca y juglares de péñola. Se llamaba de boca a los que cantaban acompañándose de instrumentos de cuerda, que no de viento. Los juglares de péñola eran quizá versificadores capaces de usar la pluma para escribir poemas o, más probablemente, juglares que tocaban la vihuela con el plectro, obtenido a partir de una pluma de oca, mientras que otros colegas suyos se acompañaban de la vihuela tocada con arco. En los romances épicos el juglar acompañaba al cantor, o a sí mismo, ejecutando una melodía con algún ornamento, al unísono o a la octava; con la vihuela se improvisaban también una especie de preludios y fórmulas instrumentales para la parte final de las estrofas cantadas.
Aquellas almas entre briosas y melancólicas se distinguían sobre todo
por su especialización musical. Destacaban los violeros, considerados
entre los de más prestigio por ser los que cantaban poemas épicos y
religiosos. El Arcipreste de Hita distingue entre la vihuela de arco y
la de péñola; había también quien tocaba la cedra (cedreros) y
especialistas en cítola (cítoleros). Junto a éstos encontramos tromperos
o trompeteros y tamboreros, de clase inferior, que quedaban al margen
de la tradición literaria por el hecho de tocar instrumentos de viento y
de percusión. Por lo común no eran solistas, sino que se unían ora a un
grupo, ora a otro. Pese a todo, durante el siglo xiv los músicos de
instrumentos de viento gozaron de un gran prestigio en la corte
aragonesa.
Existían asimismo juglares con puesto de trabajo fijo, al servicio de reyes o nobles, e incluso como empleados municipales.
Se le llama Mester de juglaría al conjunto de la poesía —épica o lírica— de carácter popular difundida durante la Edad Media por los juglares, que eran quienes las cantaban o recitaban para recreo de nobles, reyes y público en general.En la Crónica General de 1344 se distingue entre juglares de boca y juglares de péñola. Se llamaba de boca a los que cantaban acompañándose de instrumentos de cuerda, que no de viento. Los juglares de péñola eran quizá versificadores capaces de usar la pluma para escribir poemas o, más probablemente, juglares que tocaban la vihuela con el plectro, obtenido a partir de una pluma de oca, mientras que otros colegas suyos se acompañaban de la vihuela tocada con arco. En los romances épicos el juglar acompañaba al cantor, o a sí mismo, ejecutando una melodía con algún ornamento, al unísono o a la octava; con la vihuela se improvisaban también una especie de preludios y fórmulas instrumentales para la parte final de las estrofas cantadas.
A las soldaderas se las representa en las miniaturas medievales cantando o bailando, normalmente junto a un juglar. Es seguro que las Cantigas de Santa María se ejecutaban con su ayuda. |
Existían asimismo juglares con puesto de trabajo fijo, al servicio de reyes o nobles, e incluso como empleados municipales.
Había dos tipos: los juglares épicos: que recitaban poesía narrativa, y los juglares líricos, que se dedicaban a cultivar la poesía sentimental y a difundir composiciones poéticas.
Los juglares eran unos personajes de humilde origen, cómicos ambulantes que se dedicaban, además, a ejercicios circenses, haciendo juegos malabares, actuando como volatines y saltimbanquis o como bufones que cuentan chistes o tañen instrumentos sencillos, o bailan y cantan representando piezas sencillas de mimo o títeres y, es lo que importa para la historia de la literatura, recitando versos que componían otros autores, llamados trovadores, bien en los lugares públicos (las plazas de los pueblos, sobre todo), bien en castillos de señores feudales por los cuales eran alojados; muchas veces se ayudaban con dibujos.
AGENTE : el juglar
DESTINATARIO : una población mayoritariamente analfabeta .
FINALIDAD: informativa y lúdica
TÉCNICA: descuidada y espontánea.
MESTER DE CLERECÍA
AGENTE : El Clérigo
DESTINATARIO: Una población mayoritariamente analfabeta
FINALIDAD:didáctica y moralizadora
TÉCNICA: rigurosa sometida a los rigores de la métrica
LA
LITERATURA PRIMITIVA: EL CLÉRIGO Y EL JUGLAR
Se entiende por literatura primitiva, a la literatura de los
comienzos, y también literatura vernácula. Esta literatura
primitiva está enfrentada con dos órdenes literarios en una
determinada significación.
A) Con el folklore.
B)Con el fondo de la lengua latina y toda la literatura que lleva
consigo esta lengua.
Esta lengua vernácula o primitiva difícilmente alcanza el documento
escrito. Aun en el caso que llegara al texto los factores
perturbadores son muy negativos.
El
texto era muy poco propicio para su permanencia porque la literatura
inicial de este periodo no se realizó para ser escrita sino para ser
interpretada por alguien, en cierto modo de orden profesional. Esta
literatura primitiva o de origen está estructurada para que el
receptor la reciba a través de la voz del intérprete y la
escritura es un recurso accesorio, por lo tanto, los participantes,
los intérpretes serían los juglares
y los clérigos.
De
la voz pasaremos a escribir el texto. Pero una vez escrito tampoco
existe una comunicación entre el emisor y el receptor. El texto se
escribe para que alguien lo lea. Los demás oyen.
A la comunicación oral sigue la lectura en voz alta del texto. De
aquí se va pasando a la lectura visual que será el grado último.
En este periodo es difícil llegar a la lectura personal; se requiere
una serie de condiciones sociales. Tales como ser hombre de Iglesia y
hombre o mujer de Corte. Por lo tanto, en este periodo, lo corriente
es la lectura en voz alta.
Decíamos
anteriormente que el participante o intérprete de la obra poética
en esta literatura primitiva es el
juglar y el
clérigo.
Funciones
de cada uno de ellos:
Juglar.
Hay que señalar que ni el juglar ni
el clérigo fueron solamente escritores, tal como pudiera entenderse
en un sentido moderno de oficio o profesión. Ambos desarrollan otras
muchas actividades, y una de ellas, aunque no la más importante,
resultó ser la de crear obras poéticas en las lenguas romances.
El
juglar ejercía su oficio entreteniendo a las gentes con sus
habilidades, que eran muy diferentes, según su clase y según el
público que le rodeaba: juegos de circo, músicas, cantos con
instrumentos. Existieron también juglaresas, y los había moros y
moras.
Entre los asuntos de estas obras juglarescas los hubo de carácter
religioso, o incluso hasta cortés, y en estos casos la obra de los
juglares podía recibir inspiración clerical, de manera que la
división de los mesteres no ha de entenderse de manera tajante.
Los
juglares eran viajeros por razón del oficio y su arte había de
gustar a gentes muy diversas, tanto en clase social como en cuanto a
diversidad de lugares. Si se llama al juglaresco un arte popular, ha
de ser entendiendo que el pueblo lo forman las clases sociales
reunidas en una convivencia de diversa naturaleza: reyes, cortes,
señoríos, ciudades, villas, aldeas y cuantos pudieran juntarse.
¿Cómo
pueden participar los clérigos en el poema?
Clérigo tiene las siguientes acepciones: A) hombre de Iglesia.
Medida más alta en el nivel intelectual en la Edad Media. La
expansión de la cultura clerical llega a todos los lugares donde
llega la Iglesia.
B) Sabio, conocedor técnico de una materia. Esto lleva a la
profesionalización. Funciona sobre el latín. Va a penetrar por la
misma Iglesia. La Iglesia va a tener la necesidad de conocer, de
comunicarse con el pueblo de Dios. Si el pueblo de Dios no conoce el
latín, la Iglesia tendrá que intentar adaptarse al pueblo de Dios.
El clérigo acaba por convertirse en escritor romance. Se
caracteriza por su saber intelectual, a diferencia del caballero
guerreador. Sin embargo, no falta tampoco el clérigo combatiente.
El clérigo como autor de una poesía de intención artística
inicia la literatura en un sentido etimológico. El criterio del
autor clerical tenía sobre sí la tradición culta de la literatura
latina y a su amparo creó, a su imagen y semejanza las primeras
obras de poesía culta en la lengua romance. Sin embargo, el arte de
clerecía resultó siempre de compromiso: tuvo que ser popular o
aparentarlo, porque su fin era valerse de la lengua común para
tratar de asuntos moralizadores y si acudía a los temas seculares,
estos habían de ser en principio acomodados al sentido de la vida
medieval.
LA
LÍRICA TRADICIONAL EN LA EDAD MEDIA
Para
el estudio de la primitiva literatura medieval existe siempre un
grave obstáculo: las pocas noticias que nos quedan de las obras,
autores y circunstancias de la creación de aquella época. Por eso
se la llama de “los tiempos oscuros”, pero esto es solo desde el
punto de vista de nuestro conocimiento con
respecto a ella; pues, en la Edad Media, existió como en todas las
edades, la luz de la poesía. Mientras que el latín fue entre los
grupos sociales de un alto nivel cultural, en los primeros siglos de
la Edad Media una lengua con ímpetu creador, manifestado en una
obra literaria, las variantes románicas hubieron de sobreponerse
lentamente a la dispersión dialectal propia del habla de la
conversación, y después crear una grafía que fuese la base de la
escritura de los documentos. No se puede comenzar un estudio de la
obra literaria sin documentos, que pueden ser directos ( es decir,
los textos de las obras) o en caso apurado, indirectos (noticias que
se refieren a ellas de algún modo). El historiador de la literatura
medieval escruta esta oscuridad de los orígenes. Con la aparición
de los textos poéticos documetados por la escritura existe ya una
base firme, y comienza propiamente la función del conocimiento
crítico, que requiere tener ante sí la obra que ha de comentarse.
Solo que el historiador no quiere quedarse en este límite de la
obra conocida, y emprende entonces la gran aventura crítica,
consistente en penetrar en esta oscuridad, valiéndose de las
noticias indirectas, que, bien fundadas, pueden tener también su
valor probatorio.
Motivos
de la lírica popular.
Menéndez
Pidal, en un estudio titulado “La primitiva lírica castellana”
(1919) supo ver el planteamiento de este
asunto, debatido por los críticos, que habían llegado a negar o a
menospreciar la existencia de esta clase de poesía en la literatura
española; reuniendo las noticas, entonces escasas y dispersas,
alcanzó a dar una primera interpretación a un riquísimo caudal
que estaba disperso o soterrado. Dentro de una orientación de orden
romántico, Menéndez Pidal afirmaba que en Castilla hubo una lírica
primitiva, como en otras partes de España, porque su existencia es
razón de vida; cuando aún no había lírica letrada, el pueblo
cantaba su canción; y cuando la hubo, y se encasilló en los
cancioneros, el pueblo continuó cantando a su manera. El motivo de
estos cantos es muy variado, y suele darse en forma semejante en
diversas culturas y lenguas. En primer término, las situaciones de
la vida que son más propensas a la emoción, crea la circunstancia
propicia: el amor es la primera; los afectos familiares, el paso de
las estaciones, el trabajo, que si es del campo es una vía para la
percepción poética de la naturaleza, los cantos de camino para
acompañarse, en el caso de las sierras, animar a las bestias de
carga, la soledad del pastor etc.
La religiosidad popular es otro motivo, manifestada en las fiestas
de la familia con ocasión de las grandes celebraciones litúrgicas,
los santos y patronos de los lugares, etc.
La
lírica popular, siempre viva, canta de mil modos y en formas
diversas el eterno tema universal, el amor; y solo cuando las
analogías no son directas, se puede referir el canto a tal o cuál
época por determinados conceptos adjuntos o por especiales maneras
de expresión; detalles no siempre fáciles de advertir.
El
término popular,
por la extensión y diversidad de su empleo, puede resultar
equívoco. Con razón Menéndez Pidal, que tanto hizo por el
conocimiento de la literatura del pueblo, avisa repetidas veces de
este peligro, y en uno de sus más recientes estudios precisa así
su alcance, sobre todo en relación con el de tradición.
Es preciso distinguir claramente en el confuso adjetivo de poesía
popular
dos de sus significados: 1) Poesía popularizada,
poesía de un autor acogida por el pueblo en sus cantos como una
novedad grata, que es olvidada pronto, porque pasa de moda; las
variantes que cada cantor introduce son solo deturpación del texto
original que todo el mundo conoce como auténtico. 2) Poesía
tradicional,
poesía acogida por el pueblo durante mucho tiempo, asimilada como
cosa propia, herencia antigua; las variantes que cada autor
introduce, unas deforman el texto y se pierden; otras perduran en la
tradición, reformando el texto recibido y conformándolo al gusto
común de cada tiempo; estas variantes ejercen una función creadora
o
re-creadora;
así la poesía arraigada en la tradición vive en variantes y
refundiciones, y esto lo mismo en la letra de la poesía que en la
música.
De
estos motivos de la canción popular hay uno que constituye el
cantar de amigo, fundamental por su gran desarrollo: es el canto de
una joven que expresa una confidencia de amor, en unos casos a la
madre ( o a otras personas de la familia), y en otros, al amado. El
carácter de la canción puede variar, pero casi siempre expresa una
experiencia femenina que puede ser de muy diversa especie: la
mención de un simple gesto de inquietud, la confesión del amor y
de sus efectos en el alma, y todo manifestado con la delicadeza
propia de la mujer, aunque a veces muestre un guiño picaresco o
incluso una audacia.
EL
CONOCIMIENTO DE ESTA LÍRICA: A) El episodio del zéjel.
Un
poeta hispanomusulmán, Mucáddam Ben Muafa, nacido en Cabra
(Córdoba) a mediados del siglo IX y fallecido hacia 920, fue
inventor del zéjel,
una de las estrofas más antiguas y famosas de la métrica española.
Constaba de un breve estribillo inicial, de un terceto monorrimo que
constituía la mudanza, cuya consonante cambiaba en cada estrofa, y
de un verso final llamado vuelta, el cual recogía la misma rima del
estribillo y servía para hacer recordar y repetir esta primera
parte de la canción.
En
su forma más corriente el esquema del zéjel era aa:
bbba Desde antiguo admitía
determinadas variantes: a) el estribillo podía reducirse a un solo
verso o constar de más de dos; b) el último verso del estribillo y
el de la vuelta eran a veces más cortos que los demás: c) la
mudanza sumaba en algunos casos cuatro o cinco versos monorrimos en
vez de tres; d) los versos de la mudanza llevaban a veces rimas
interiores; e) la vuelta podía consistir en dos o tres versos.
Existen
además ejemplos antiguos de zéjeles árabes, persas y hebreos sin
estribillo, los cuales fueron compuestos probablemente para ser
recitados o cantados a una sola voz, con omisión del coro que de
ordinario tenía a su cargo la repetición de esta parte de la
estrofa después de que el solista decía el verso de vuelta.
La gran cantidad de composiciones en forma de zéjel que figuran en
los cancioneros gallegoportugueses y en las Cantigas de Alfonso el
Sabio revelan hasta qué punto este tipo de canción debió ser
abundante en España durante el siglo XIII
B)
Muguasajas, jarchas y su relación con el zéjel.
El descubrimiento del zéjel dio vislumbres sobre esta situación
crítica del pueblo mozárabe, y quedó la esperanza de que se
hiciese más luz sobre el asunto. En esta ocasión también una
peculiaridad métrica de las literaturas árabe y hebrea sirvió
para la conservación del documento poético. Y ese fue el
descubrimiento de la historia literaria de este siglo: documentar
los textos de unas canciones mozárabes, cuya antigüedad probada
alcanza por lo menos hasta el año 1042, en tanto que el poema del
Cid se sitúa comúnmente hacia el año 1140. En 1948 dio a conocer
el hebraísta S. M. Stern las primeras poesías de esta naturaleza,
y desde entonces no cesa la busca y la interpretación de estas
obrecillas poéticas.
La
muguasaja es un poema escrito en
la lengua árabe clásica, de estructura semejante al zéjel,
terminada en una estrofilla en lengua popular, que podía ser árabe
avulgarado, una jerga en que se mezclaba este árabe con el
mozárabe, o el mismo romance de estos cristianos, que oían los
poetas andaluces por todas partes. Esta estrofilla constituye la
jarcha que desde el punto de vista
lingüístico estaba colocada en un nivel de expresión más bajo
que la muguasaja, pero que para los teóricos entusiastas de este
género de moda, había de escribirse primero porque representaba la
esencia del sentido de la composición entera.
Las
jarchas, hasta ahora publicadas, corresponden en su mayor parte a
los siglos XI y XII. Como sencillas composiciones líricas puestas
en labios de doncellas enamoradas, constituyen una clara
anticipación de las canciones de amigo.
En
las jarchas hispanoárabes es rasgo general la regularidad de la
rima consonante y de la medida silábica de los versos. Las
hispanohebreas muestran carácter más popular en la libertad de sus
medidas y en el predominio de la asonancia. En unas y otras, el
verso más frecuente es el de ocho sílabas, el cual, combinado con
el de tres, tenemos por ejemplo:
Venid la pasca, ay aún (Viene la pascua, ay, aún
Sin ellu sin él
lacrando me corayún Lacerando mi corazón
Por ellu
por él.
Se supone que gran parte de las jarchas debieron ser primitivas
cancioncillas tradicionales, recogidas como tema o complemento
lírico de las composiciones de que forman parte. Algunas aparecen
como simples pareados o tercetos, análogos a los estribillos de los
zéjeles y villancicos:
¿Qué faré
yo o qué será de mibi? (Qué haré yo o qué será de mí
Habibi, Amigo
Non te tolgas de mibi. No te apartes de mí).
LA
LÍRICA GALLEGO PORTUGUESA
En
las historias de la literatura española solía citarse siempre el
contraste entre la lírica gallegoportuguesa que era muy rica y lo
pobre que resultaba a su lado la castellana. Más de medio millar de
composiciones, llamadas cantigas de
amigo, constituían una espléndida
isla de lirismo poético en el curso de la literatura de la Edad
Media española. Después de los precedentes estudios se han
incorporado a una tierra común, y su valoración se verifica dentro
de una tradición poética hispánica.
Como sabemos la lírica galaicoportuguesa que se desarrolló en el
siglo XIII, es un corpus poético de 2116 composiciones que se
distribuyen en tres tipos principales:
Cantigas
de amigo (breves poemitas cantados por
una mujer enamorada). Se desarrollan en un sistema paralelístico,
en el que lo lírico y lo narrativo se conjugan en diferentes voces
de mujer.
Cantigas
de amor ( Son poemas que canta un
hombre enamorado conforme a las normas del amor cortés).
Cantigas
de escarnio (Con estas cantigas los
trovadores se zaherían entre sí.
LA ÉPICA
MEDIEVAL ESPAÑOLA
Estas obras son gestas ( esto es, hechos, acción) relatos de nuevas
( grandes hechos que constituyen “noticias” que merece correr de
boca en boca), cantares ( por ser obras interpretadas por los
juglares, que solían añadirle cantares de gesta. Coinciden con lo
que la retórica llama épica; y con esta calificación constituyen
un género literario al que se añade la mención de medieval ( para
distinguirlo de la épica antigua y de la renacentista) y romance,
para señalar la lengua en esta ocasión histórica en que la
dominante es el latín.
La gran dificultad que existe para el conocimiento de la épica
medieval española es la gran escasez de obras que de ella existe.
Ramón Menéndez Pidal lo señala así: “La tradición española
lo mismo en su edad heroica primitiva que en la de su mayor
florecimiento literario, pierde todos o casi todos sus textos; de su
época más floreciente sólo se han salvado cinco manuscritos,
todos despiadadamente maltratados, faltos de muchas hojas y alguno
representado muy pobremente tan solo por un par de folios”.
Por lo tanto, es difícil tener una idea de lo que fue esta épica
medieval ya que estamos muy pobremente documentados.
Se plantea por tanto, un agudo problema con respecto a los comienzos
de la épica medieval que se reúne con la cuestión también
batalladora de los orígenes del género.
Menéndez Pidal ha realizado la más profunda y extensa exploración
de la épica de los primeros tiempos. Su gran obra ha sido
reconstruir este periodo después de una paciente investigación y
ha intentado levantar una teoría para entender la verdadera
naturaleza de esta poesía.
ORÍGENES
DE LA ÉPICA
En
la península la poesía épica se perdió de vista en los últimos
siglos de la Edad Media y no vuelve a la
conciencia de la gente hasta que los románticos en la primera mitad
del siglo XIX desempolvan una serie de archivos y bibliotecas que no
gozaban de popularidad y que estaban inéditos hasta el momento. El
movimiento romántico se interesa por esto porque los románticos
exaltan todo lo medieval. Además sienten un empeño por volver a
ese mundo caballeresco y además mitifica al pueblo como creador
colectivo.
Estas
composiciones que vuelven, son los cantares de gesta, poemas épicos,
etc, que narraban los hechos sucedidos en la formación de los
primeros reinos cristianos.
Primer problema: ¿En qué fecha surgen las primeras manifestaciones
de una poesía épica romance?
Segundo problema: ¿Qué influencias o circunstancias provocan su
aparición?
Tercer problema: ¿En qué forma llegan a los siglos XI y XII los
temas históricos de los siglos VIII, IX, X?
Nos enfrentamos a varias teorías que se han producido desde el
descubrimiento hasta nuestros días.
1º
Teoría romántica.- Son fundamentales
defensores de esta teoría: Federico Wolf, Jacobo y Guillermo Grimn,
Fernando Wolf (austriaco). Para estos, inmersos en la época
romántica, la épica medieval se origina como una creación
colectiva que no puede referirse a nadie en concreto, es algo
totalmente impersonal, serán por lo tanto anónimas. Para estos, el
pueblo ha poetizado de una manera oral de generación en generación
y de aquí han surgido los poemas épicos.
Más
tarde Claudio Fauriel y Gastón París propusieron la existencia en
el siglo IX de composiciones anónimas de extensión breve,
contemporáneas al hecho que trataban, transmitidas también
oralmente y que Gastón París llamó “cantinelas” (canciones
breves épico líricas que se compusieron muy cercanas al hecho que
narraban y se transmitieron oralmente). Para éste,estas cantinelas
habrían sido elaboradas por los juglares a partir del siglo X y
estaríamos ante los primeros poemas épicos. Este pensaba que esta
función de las cantinelas era ejercida por los romances en español
y que habían surgido por elaboración de los juglares. Gastón
París creyó que estas cantinelas se remontarían todavía a mucho
antes, y que tenían un origen germánico.
2º
Teoría individualista. Esta teoría
se enfrenta a la anterior. El más genuino representante es Bedier
(francés). Para este la épica española en lengua romance nace a
fines del siglo XI o al principio del siglo XII. Para Bedier es
absurdo hablar de cantares de gesta en otra época. Para este todas
las teorías anteriores son absurdas. Todo poema se debe a un autor
individual y para él el autor es el factor predominante que
caracteriza su obra. Para él la influencia de los juglares es
intranscendente, la influencia decisiva es la del autor. La
tradición oral para este son historias; no existe. El origen
germánico de la épica romance es totalmente falso. En cada poema
épico no existe la contemporaneidad, porque se compone más o menos
lejos de los hechos que se narra ¿Cuál es el origen de los poemas
épicos? Para él los monjes que florecen en esos siglos XI y XII
fomentarían el interés de poetas y juglares sobre determinados
temas históricos o legendarios que conocerían porque se guardaban
en manuscritos latinos que estaban en esas Abadías. ¿Cuál sería
el interés de esos clérigos para que poetizaran sobre esos temas?
Serviría de propaganda para que los peregrinos se quedaran en tal o
cual monasterio o para conocer que tal personaje legendario vivió o
está enterrado en tal o cual sitio. Para Bedier la canción de
Roland se fecha en torno al 1100 con lo cual Bedier dice que es del
siglo XII y para él el poema escrito 300 años de los hechos de
Carlomagno no tendría ningún valor documental.
3º
Teoría del estado latente y tradición.
Una obra del mester de juglaría subsistió por medio de una
tradición oral, de carácter juglaresco, y solo de manera ocasional
adopta forma manuscrita. Sobre todo, al principio de este proceso
escribe Menéndez Pidal: “...los orígenes de las literaturas
románicas y por tanto de la épica, son muy anteriores a los textos
hoy subsistentes, ya que estos no pueden ser explicados sin tener en
cuenta una larga tradición de textos perdidos, en los cuales
lentamente se han ido modelando la forma y el fondo de los diversos
géneros literarios.
Unamos, pues, a la dificultad por saber algo documentado de una
tradición oral, esta pérdida de textos y así tocamos desde el
principio las dificultades propias del estudio de la épica.
Nos hallamos, pues, en el caso de tener que considerar lo que pudo
haber sido esta continuidad de textos perdidos, teniendo en cuenta
que la tradición se perpetúa por las formas orales y por las
formas escritas. Unas y otras forman parte legítima de la tradición
y han de compartir la función de mantener la memoria del poema,
cada cual según sus medios.
En
cuanto a las formas escritas resulta muy difícil penetrar en las
condiciones en que se llevó a cabo esta transmisión, diferente de
la que pudo servir para las obras corteses y con más o menos
arraigo humanístico, aunque pudiera aprovecharse en ocasiones esta
misma técnica de copia. Las copias se estiman nada más que como
recurso efímero del momento, por eso también, las copias son de
inferior calidad material. En este género de poesía, por sus
condiciones, son más frecuentes las transmisiones orales que las
escritas. La tradición oral se basa en el ejercicio activo de la
memoria aplicado a la retención del “texto” de una obra, que se
transmite de unos a otros a través del tiempo. Lo mismo que ocurre
en la transmisión escrita, la oral tiene también una peculiar
manera de mantener el texto admitiendo en cada caso las variantes
que el nuevo intérprete quiere añadirle, bien de manera
intencionada para retocar algunas partes, bien por necesidad de
reconstruir otras, dañadas por el olvido. Este ejercicio de la
memoria podía educarse por oficio, como ocurre en el caso de los
juglares.
Cada vez que una obra se puso de manifiesto porque la cantase un
intérprete, esto era como un “texto” oral, de validez limitada
a aquella ocasión. La obra permanecía, si no, en estado latente.
Su manifestación era ocasional, pero su integridad estaba mantenida
por esta tradición que asegura la persistencia de la poesía. La
memoria sirve lo mismo que la letra en el caso del texto escrito,
solo que no logra convertirse en una realidad objetiva y perdurable
independientemente del que la escriba, como ocurre con esta.
En
España, el grado de persistencia de la tradición
fue siempre elevado por el carácter conservador de su pueblo y esto
permitió que aunque se perdió la letra de muchos cantares de
gesta, su contenido tradicional perduró por otros cauces. La obra
de la juglaría se transmite dentro de este sentido literario,
reforzado por el hecho de que la memoria sea en este caso educada
por el ejercicio de una profesión y porque en su composición se
hayan aplicado las normas del arte juglaresco.
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