"La educación adoptó muchas formas en el pasado y llegó a ser capaz de adaptarse a circunstancias cambiantes, estableciendo nuevos objetivos y diseñando nuevas estrategias. Pero, repito, el presente cambio no es como los cambios del pasado. En ningún punto de inflexión de la historia humana los educadores se han enfrentado a un desafío estrictamente comparable con el que plantea el momento actual. Sencillamente, nunca hemos estado en una situación similar. Aún no hemos aprendido el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Ni tampoco el arte inconcebiblemente difícil, de preparar a los seres humanos para esa vida."

BAUMAN, Zigmunt, 44 cartas desde el mundo líquido, Ed. Paidos, México, 2011, p.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

POEMA DE MÍO CID

EL POEMA DEL MÍO CID : GÉNESIS DEL POEMA. AUTOR Y FECHA DE COMPOSICIÓN.
Estos aspectos fundamentales son poco claros y siguen siendo discutidos. Hablando de una forma positiva podemos afirmar que aunque es el primer texto épico que se ha conservado en un momento u otro y el poema extenso más antiguo escrito en español, no es fácil que fuera en realidad el primero de esta clase. La prueba de ello está en que bajo muchos conceptos (v. gr.
el dominio de la técnica narrativa y dramática, sus fórmulas, etc), el poema es tan perfecto que solo puede explicarse dentro de una tradición establecida, en la que estuviesen involucrados los temas de la épica, sus situaciones, su lenguaje y hasta su misma presentación. No hay nada en el poema que dé la impresión de tanteo, como lo hay, por ejemplo en otras obras del siglo XV. Esta tradición establecida no pudo ser la francesa, pues de haber sido así la dependencia del francés hubiera sido mucho mayor. La única solución posible según Colin Smith es, abogar por una tradición oral de verso épico que precedió, quizá por varios siglos, a la aparición de la épica como forma de arte escrita en Francia, en España, y sin duda, en otras partes.

Las razones por las cuales se supuso que la fecha de composición fuera 1140 -fecha propuesta tan enérgicamente durante tantos años por Menéndez Pidal- hoy en día pueden verse apoyadas principalmente en el lenguaje arcaico del Poema.

Sin embargo, hoy se puede asegurar que cualquier duda sobre la fecha tradicional de 1140 está plenamente justificada. Por lo tanto, es conveniente adoptar una actitud de saludable escepticismo.

Jules Horrent, ha examinado las pruebas concernientes a una tradición poética del Cid en el siglo XII, y postula que se han perdido por lo menos dos versiones, La primera hecha unos veinte años después de la muerte del Cid; la segunda compuesta entre 1140 y 1150; y una nueva refundición después de 1160 que era la versión transcrita por Per Abbat a base de un texto de 1207. A pesar de esta complicada hipótesis, Horrent admite que “...las condiciones actuales de la investigación no permiten que nos remontemos a una época anterior a la de la versión poética que ha llegado a nosotros. En su material narrativo, esta es la que queda siempre para nosotros como el Cantar de Mío Cid”.

La investigación llevada a cabo por Colin Smith sobre los personajes del Cid y sobre los medios por los que el poeta buscaba la verosimilitud histórica con fines artísticos, le lleva a mantener que “el poema en su versión sobreviviente no puede fecharse hasta pasados bastantes más de los cuarenta años siguientes a la muerte del Cid. Por lo tanto, las investigaciones más recientes tenderían unánimemente a fechar el poema existente mucho después de 1140, probablemente hacia el final del siglo XII o el comienzo del XIII y tal vez entre los años 1201 y 1207.

Es inútil todo intento encaminado a dilucidar el nombre del Poema. Hay muchas producciones artísticas de carácter anónimo e imposibles de atribuir en la Edad Media, edad en la que el individuo rara vez pensaba en reafirmar su personalidad y pocas veces creyó que su nombre o fama en la tierra tenían derecho a sobrevivir. Los otros poemas épicos españoles y la mayor parte de los franceses tampoco están firmados. Podemos, no obstante, vislumbrar algo sobre los intereses y profesión de nuestro autor. No parece probable que fuera un sacerdote o un monje, los sentimientos cristianos del poema son los normales de la época, y los detalles relacionados con la observancia cristiana, aunque frecuentes, no son más que los que habría conocido cualquier seglar. No se puede probar una íntima relación con el gran monasterio benedictino de Cardeña, donde floreció un extraordinario culto al Cid en el resto de la Edad Media y que continuó después; el monasterio tiene un papel destacado en el poema,pero solo como marco escénico. Dado el alto valor artístico del poema, sus numerosos detalles eruditos y su carácter escrito, es imposible que el autor fuera un juglar itinerante y, quizá, analfabeto, según parece que sostienen los pidalistas.

En opinión de Colin Smith, el autor no pudo haber sido otro que un jurista, o al menos una persona que había estudiado leyes y que tenía un considerable conocimiento técnico de ellas.

ORGANIZACIÓN INTERNA DEL POEMA
La obra aparece dividida en tres partes o cantares:
-El que se llama del destierro (hasta el verso 1086).
-El de las bodas de las hijas del Cid (1085-2277).
-El de la afrenta del Corpes (2278-3730)
Edmund de Chasca nos dice que el primero es patético y bélico. El segundo, bélico, aparatoso y triunfal. El tercero, violento, dramático y triunfal.

Recientemente, un gran conocedor de la épica europea, Erich Von Richthofen propuso una disposición estructural diferente; según él, el centro poético de la obra sería el cantar 2º del poema, que comienza con el incipit (1085-2260) y acabaría con el explicit y una invocación a Dios (2276-77). Estos versos constituirían no el cantar de las bodas, sino el de la conquista de Valencia y la reconciliación del Cid con el Rey. Después sigue diciendo que se añadieron la parte del cantar primero y un autor posterior interpoló el episodio de las arcas de arena, el de la huelga de hambre del conde de Barcelona, las bodas del cantar segundo y el cantar tercero completo.

Ian Michael hace la siguiente división:

Cantar primero.
I. Preparativos para el destierro (1-18)
a) Vivar b) Burgos c)Cardeña

II. Campaña de Henares (18-26)
a) Visión en la figueruela b) Castejón c) Venta del botín y generosidad del Cid

III Campaña del Jalón (26-48)
a)Alcocer b)Derrota de Fáriz y Galve c)Primera dádiva a Alfonso

IV Campaña del Jiloca (46-63)
a)El poyo b)Alfonso perdona a Álvar Fáñez c)Derrota del Conde de Barcelona.



Cantar segundo.
V Iniciación de la campaña levantina (67-71)
a) Murviedro b) Cebolla c)Peña Cadiella

VI Campaña de Valencia (72-77)
a)Cerco y conquista de Valencia b)Derrota del emir de Sevilla c)Segunda dádiva a Alfonso

VII El Cid establecido en Valencia (78-95)
a)Jerónimo nombrado Obispo b) Llegada de la familia del Cid c)Derrota de Yúsuf

VIII El Cid reivindicado (96-1045)
a)Tercera dádiva a Alfonso b)Los infantes de Carrión se consultan c)Alfonso perdona al Cid

B) I. Los matrimonios (104-111)
a)negociaciones nupciales b) esponsales c)Ceremonias de boda

Cantar tercero.
II Los infantes en Valencia (112-123)
a)Episodio del León b)Derrota de Búcar c)Los infantes elogiados;los infantes escarnecidos

III.Venganza de los infantes(123-130)
a)Partida de los infantes y las hijas b)Vana conjura para asesinar c) La afrenta de Corpes
a Avengalvón

IV. El Cid se propone obtener desagravio (131-135)
a)Rescate de las hijas b)El Cid pide justicia a Alfonso c)Alfonso proclama Cortes en Toledo

V. El Cid reivindicado otra vez (135-152)
a) Los pleitos b)Los duelos c)Los nuevos matrimonios.

TEMÁTICA.
El poeta quiere contarnos cómo un buen vasallo, desde la situación más desairada que podemos imaginar respecto a su señor, puede llegar gracias a su voluntad de sumisión y a su esfuerzo heroico, hasta sentirse unido a él en un mismo dolor de corazón y alcanzar parentesco regio.

El Cid nunca se enfrenta al Rey porque es su Señor, aun cuando pudo hacerlo de acuerdo con las convenciones de la sociedad de su tiempo, puesto que lo había echado del reino, y estaban rotos los lazos que unían a los dos. Él lucha por lugares apartados, fuera del amparo de Castilla, por tierras de Zaragoza y luego de Levante. Es muy significativo el envío de obsequios al Rey a pesar de esa situación tan tensa entre ambos. Poco a poco va recuperando el amor del Rey y queda recuperado en las bodas de las hijas con los Infantes.

El amor social ha unido de nuevo a Señor y vasallo y la relación ha venido por la vía de la honra.
El poeta exalta también la cortesía.

Otro tema fundamental que vemos en la obra es el problema religioso. En el fondo del poema se nos declara un concepto de Dios, del mundo, de la vida de los hombres en el que el héroe no puede ser un solitario. Dios, la Virgen y los santos están en el poema como una última instancia a la que el héroe acude cuando busca ayuda, remedio o protección en el curso difícil de una vida apurada. También vemos el fervor religioso del poema en la oración que reza Jimena(verso 330). Este fondo religioso pertenece al sentido universal del medievo en el que la conciencia de la divinidad se halla presente en cualquier consideración humana y la condiciona.

Observamos cómo el Cid vela en la Iglesia de San Servando (3045), la noche antes de las cortes de Toledo. El poema, en definitiva, refleja una concepción católica de la vida.

Por otra parte, la presencia de los moros en el poema, sus guerras y tratos con el Cid, obedecen, en gran parte, al imperativo de la circunstancia histórica de la época y se acomodaba flexiblemente a la extensa línea de contacto entre las dos culturas peninsulares: una, era la cristiana; otra, era la árabe.

LOS PERSONAJES Y SU PRESENTACIÓN
Como toda obra dramática, y a diferencia de la crónica rimada, el PMC tiene personajes. Estos nos son presentados con cuidado y amor, como creaciones literarias que no tienen que ver de una manera necesaria con sus prototipos en la historia.

El poeta, naturalmente, prodiga su atención al Cid. Así aparece con las siguientes características: Entre las frecuentes exclamaciones de admiración que a lo largo del relato ponderan al héroe, la que resume medularmente el sentido formal de todo el poema es la que dice: “¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen seune! (20).

Tan buen vasallo, que el mismo arcángel San Gabriel le indica en sueños, como si fuera uno de los Santos del cielo:
“¡Cavalgad, Cid, el buen Campeador!
Ca nunca en tan buen punto cavalgó varón”(407-408).
Inmediatamente después de este pronóstico divino, el juglar predice confiadamente la fama imperecedera del de Vivar.

Magnanimidad.
En el Cid se observa una grandeza moral. El Cid es magnánimo cuando suelta al Conde de Barcelona. Cuando recibe la noticia de la afrenta de corpes. Otra victoria moral del Cid es: “Con Alfonso mio Señor non quería lidiar (538).
Esta decisión representa algo más que la lealtad del buen vasallo para con su Rey. Al abstenerse de hacerle la guerra a Alfonso Rodrigo sacrifica un derecho personal; y sacrificándolo se convierte en una excepción entre caudillos castellanos, pues la regla era que una vez que el Rey desterraba a un vasallo, este tenía pleno derecho a lidiar con él.

Los oyentes del juglar sabían, pues, que su héroe se privaba de un derecho; y no porque algún código caballeresco legal se lo impusiera, sino porque él se imponía así mismo este sacrificio.


Bondad.
Aparece a lo largo del poema el Cid con la cualidad de la bondad:
Cuando quitó a Alcoccer mio Cid el de Bivar,
moros e moras Compeçaron de llorar (855-56).

Su gesto más típico es ese frecuente “sonrissar”, que ilumina los ánimos como un rayo de sol. Sonrisa que proclama plena confianza en medio de sus trabajos. Tan contagiosa es este, que aun en la más honda adversidad del héroe, inmediatamente después del fallo real que le destierra despojándoles a él y a los suyos de sus bienes y poniendo en sumo peligro sus vidas, hay muchas personas que quieren unirse a su suerte y exiliarse con él..

Don de gentes, moderación y mesura.
Los de su mesnada le quieren porque sabe apreciar lo que valen. Siendo su señor, les da a entender que su opinión le importa mucho. Nunca emprende una batalla sin “acordarse con los sos” (es decir, el héroe consulta con los suyos). Después de una victoria nunca deja de compartir con ellos la gloria y el botín, ni de atribuirla a la ayuda de Dios más que a la fuerza de su brazo.
“¿Ides vos, Minaya a Castiella la gentil?
“A nuestros amigos bien les podedes dezir:
“Dios nos valió e vençiemos la lid (829-31).

Se trasluce, sin embargo, en esta modestia del Cid un recurso astuto para estimular la iniciativa en los demás. Este talento para utilizar el mérito ajeno despunta especialmente en sus relaciones con Minaya Álvar Fáñez. Minaya es el vasallo de espíritu independiente a quien su señor da rienda suelta porque le quiere, le respeta y le admira; y porque confía plenamente en él. Al representar las relaciones entre señor y vasallo, el juglar muestra que el amo es un gran conocedor de hombres, y que carece de mezquina vanidad. Esta auténtica grandeza la demuestra el Campeador al no empeñarse en ocupar siempre el primer plano en las acciones guerreras. En Castejón, por ejemplo, es otro quien va en aljara, reservándose el Cid el papel menos activo de la celada; y antes de la batalla de Alcocer, vedada el agua, agotado el pan, les dice a los suyos:
“Dezidme, cavalleros, Cómmo vos plaza de far” (670).
Este retraimiento de su “yo”, este respeto por el valer de sus colaboradores, a quienes trata como a iguales; este negarse a hacer el papel de dominador, forman entre las expresiones más estimables de su moderación y de su mesura. Hay otras, como : sus buenos modales, su bello hablar, su cordura, la contención de sus intensas emociones en los momentos culminantes y críticos de su vida, especialmente cuando su mujer y sus hijas se reúnen con él en Valencia y cuando recibe la noticia de la afrenta de Corpes.

El juglar nos presenta, pues, a un protagonista modelo, a un héroe cuyo carácter constante es la caballerosidad. Solo una vez se trasluce un leve indicio de la violencia que podía emplear el Cid histórico, cuando advierte a los soldados extranjeros que a todo desertor:
“Sil pudiessen prender O fosse alconçado,
toássnle el aver E pusiéssenle en un palo (1253-54)





Los enemigos del Cid.
Como el protagonista es un héroe modelo, conviene resaltar su bondad haciendo que sus adversarios -los infantes de Carrión- sean del todo malos. Estos representan, como ha anotado Spitzer, las fuerzas del mal que un destino irónico, representado por el Rey, desencadena contra el héroe en la segunda mitad del poema, donde se dramatiza el choque entre el protagonista y sus contrarios. Este conflicto no se plantea claramente en la primera parte, donde el interés dramático lo proporciona la discordia entre el rey y su vasallo; pero se sugiere cuando el Cid dice: “esto me an buolto míos enemigos malos” (9), y Jimena: “Por malos mestureros de tierra sodes echado” (267). Sin duda uno de estos mestureros era el conde García Ordóñez, que formaba con los Infantes de Carrión, el bando hostil al héroe. Por lo tanto, el primer lance, el del destierro, es ocasionado también por las fuerzas del mal, por los cizañeros que, llenos de odio y envidia, acusaron sin razón al intachable Campeador.

Los Infantes de Carrión vienen a constituir una sola personalidad. Pidal creyó que eran demasiado débiles para ofrecer una auténtica oposición al Cid, demasiado pequeños para cometer una traición a escala heroica, y que esto era un defecto del drama. Se puede argüir contra esto que la nobleza de su sangre, tantas veces mencionada constituye su fuerza, y que su poderosa familia y aliados están siempre detrás de ellos. El poeta intenta un contraste dramático completo entre los infantes y el Cid.

Las hijas del Cid.
Como causantes de la acción, las hijas del Cid solo ceden en importancia a su propio padre, al Rey y a los mestureros. En primer lugar, porque, una vez que el Rey ha privado de su honra al Campeador, uno de los móviles que determinan su conducta es el anhelo de casar honrosamente a las jóvenes:
“Plega a dios E a santa María
que aun con mis manos Case estas mis fijas (282-82b).
Y después, porque, cuando el casamiento fracasa y los yernos maltratan a sus esposas, esta conducta es la que determina el desenvolvimiento de la última parte del cantar.

Excepto tres veces (véase 2594-2600, 2725-2733, y 2796), siempre que estas muchachas aparecen en el poema, lo hacen con una presencia muda: primero como niñas tiernas (“iffantes son e de días chicas” (269b); y después, como novias que, al partir de Valencia para tierras de sus malvados esposos, se llevan consigo “las telas” del corazón paterno; más tarde, sufriendo con admirable dignidad y estoicismo los azotes y espolonazos de sus esposos; y al fin, como princesas de un cuento de hadas. La ocasión más notable en que una de ellas, doña Sol, habla, es cuando en el robledal ruega a los esposos que les corten las cabezas con las dos espadas que tienen, Colada y Tizón. Ni un grito, ni un gemido, ni un ruego lastimoso. Solo la tremenda ironía de aquella súplica, y la orgullosa advertencia:
“Si nos fuéremos majadas, abiltaredes a vos” (2732).

Jimena
Jimena a su manera típicamente femenina, comparte con su esposo la vergüenza social de la deshonra. Rodrigo la deja relativamente pobre, a merced de la generosidad del Abad del monasterio de San Pedro de Cardeña, y a la de los caprichos del desavenido Rey. ¿Qué dignidad podía tener una mujer, viuda por el destierro de su marido, dependiente de la caridad ajena y con dos hijas incasables, si su esposo fracasaba? . El destierro duró tres años. Durante esta interminable espera, Jimena y sus hijas debieron de llevar una vida encerrada entre paredes monacales. Ni ellas se atrevían a comunicarse con sus amigos, ni los amigos con ellas, por temor al ceño real. Todo esto lo sugiere el parco juglar cuando al reunirse Jimena con su esposo en Valencia, lo primero que le hace decir es: “Sacada me avedes de muchas vergüenças malas” (1.596). Estas palabras identifican a Jimena con el drama político del Poema y la hacen formar parte integrante del tema.

SENTIDO POLÍTICO DEL POEMA
Karl Vossler en Algunos caracteres de la cultura española, Buenos Aires 1942, p.11, expone con firmeza su interpretación personalista sobre el poema de Mio Cid. Dice: “ No nos encontramos ante una cuestión puramente nacional, religiosa ni ética como en la Chanson de Roland o en los Nibelungos, sino ante algo esencialmente personal, porque del Cid y nada más que del Cid, de su honra y de su gloria, es de lo que en él se trata... No se trata tampoco de la vida interior del héroe, ni de hazañas ni obras en beneficio de la comunidad, ni mucho menos de glorias externas, sino, precisamente, de la reparación y defensa de su honor personal”.

Todavía con más énfasis, el hispanista americano George Tyler Norhup, en un trabajo titulado : The poem of the Cid Viewed as a Novel, declara: “ Bajo el influjo de una tardía tradición, solemos mirar al Cid como el defensor de la cruz contra la creciente y como el Campeón que extendió las fronteras de la España cristiana. Tales ideas debemos desecharlas en su totalidad para comprender el poema. Nuestro poeta no para mientes en la importancia política y religiosa de la carrera de su héroe”.

Leo Spitzer en un brillante ensayo contra ciertas opiniones de Menéndez Pidal, afirma que el Poema no es una verdadera epopeya, sino una “biografía novelada o epopeyizada”, cuyo héroe, como ciudadano de la patria grande europea más bien que de su patria chica española, sí ejemplifica las universales virtudes caballerescas, pero no el espíritu de la reconquista de su época y de su país.

Sobre los motivos patrióticos del Cid al abstenerse de luchar con el Rey, Spitzer no dice nada; ni podemos esperar que admita tales motivos, ya que dado su punto de vista internacionalista, hemos de suponer que para el eminente romanista la lealtad del Cid, más que manifestación de patriotismo, lo es de una genérica virtud caballeresca que en el ánimo del Campeador existe independientemente de cualquier móvil político y local.

Menéndez Pidal se opone al punto de vista de Vossler sosteniendo que el Cid de la epopeya, como el de la realidad, ejemplifica sobre todo la fidelidad y el amor patrio. Aduce como prueba de ello que el Cid, a pesar de que Alfonso le hostiliza en la conquista de Valencia, cede la ciudad al Rey, hecho que tiene su eco en el antiguo poema cuando Álvar Fáñez por mandato del Cid, ofrece la conquistada ciudad a Alfonso. “Esto”, dice Menéndez Pidal, “sería incomprensible si aceptásemos, según generalmente se piensa, que los motivos del obrar son en el héroe español puramente personales”, y añade: “Cierto que todo héroe, sea de la poesía griega o teutónica o románica, obra arrastrado por el honor y la gloria propia; tan predominante es el móvil personal, que en la épica francesa, a pesar de hallarse en ella muy desarrollado el espíritu nacional, es constante la glorificación del héroe que se rebela contra el Rey cuando de este recibe un agravio.
Si el Cid poético, al revés, respeta en toda ocasión al monarca perseguidor, es porque el siempre deseado perdón del Rey significa la reconciliación con “Castilla la gentil”, cosa que él antepone al propio orgullo; el Rey y “la tierra”, o sea, la patria, son para él una misma cosa; de ahí que el Cid histórico se muestre reiteradas veces crédulo y propicio en toda ocasión que se le ofrece de reconciliarse con Alfonso, mientras se manifiesta desconfiado y remiso para acoger la amistad que le brinda Berenguer. El hecho pues, de que el Cid, tanto en la realidad como en la epopeya, contradiga el derecho y la poesía de su tiempo, no guerreando a su Rey y quedándole siempre fiel, indica hasta qué punto supedita los móviles personales al amor patrio, sentimiento muy débil en los héroes de las epopeyas más antiguas, los cuales a menudo pelean contra su propia nación. El sentimiento nacional lo manifiesta además el Cid en su famoso propósito de reconquista de toda España, propósito agrandado en el Poema hasta ambicionar que Marruecos pague parias a Alfonso”.

Edmund de Chasca propone la interpretación nacionalista, pues le parece que el Poema es mucho más que la historia de los asuntos personales del héroe, y que viene a ser, más bien, una verdadera epopeya nacional en que el poeta da a conocer inconfundiblemente su conciencia de la misión histórica del protagonista.

El significado político del tema de la obra, el cual es la honra del Cid, consiste en que para ganarla sus motivos y acciones van más allá de toda ambición personal. Chasca secunda el juicio de Menéndez Pidal afirmando que la gran estatura del Cid como hombre de estado cuyos intereses personales cedieron a los de la España cristiana es lo que mueve al poeta a exclamar que a todos alcanza honra por el que en buena hora nació (3.725).

La expatriación es más que el resultado de una discordia privada contra un Rey invidente y un vasallo inocente. Es una cuestión pública, cuyas consecuencias pudieron ser desastrosas para Alfonso y para España si la víctima se hubiese portado vengativamente. Sigue diciendo de Chasca que lo que sobre todo le hacía merecer al prócer castellano la admiración, era su insólita magnanimidad, es decir, el que subordinase su interés personal al del Rey, y su regionalismo a su espíritu nacional. Los que se agregaron al Cid de todas partes de España sin duda querían enriquecerse; pero el tono del poema no deja de sugerir que ellos también compartieron su patriotismo.

Se ha creído que el amor al terruño y a la patria apenas se nota en el poema porque la oración Castiella la gentil “se usa solo una vez” (en realidad, ocurre dos veces, en 672 y 829)pero teniendo en cuenta el refrenado, aunque intenso estilo de la obra, no necesitamos que se repita a menudo el bello epíteto para convencernos del amor patrio del Cid.

Por su visión política, el Cid de la realidad fue tan español como castellano. Fue el gran renovador de la idea unitaria hispana, estadista inspirado por el ideal de la unidad nacional, no un ambicioso de intereses regionales.


ESTUDIO MÉTRICO DEL POEMA
El poema en su estado actual, consta de 3730 versos. Se sabe que faltan uno o dos folios en el interior, por lo que podemos suponer que cuando estaba completo tenía poco menos de 4000 versos.


Pertenece a los poemas extensos, tienen todos un módulo común:
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Son versos con dos hemistiquios cada uno ( cada uno de los dos miembros, iguales o no, en que una cesura divide al verso), es decir, versos bipartitos.

¿Qué se entiende por esticomítico? Unidad de entonación con elementos morfológicos que suelen tener unidad sintáctica. (Distribución de la frase, según la cual cada una de ellas ocupa exactamente un verso).
Isosilabismo. Se dice que unos versos son isosilábicos cuando poseen el mismo número de sílabas.

Anisosilabismo. Distinto número de sílabas.

Serie abierta. El poema primitivo no precisa de los versos necesarios para formar unidad estrófica. No hay estrofas definidas en el Cantar ni en los demás poemas de esta clase. Los versos se agrupan en series de diferente extensión bajo rimas asonantadas. Predominan en el Mio Cid las rimas llanas á-o, á-a, y las agudas -á, -ó. En ocasiones la rima aguda añade al fin de verso una “
“e” paragógica, esta “e” se diferencia de la etimológica, en que la etimológica se puede dejar porque refleja la forma latina. La paragógica se pone por moda o por necesidad en la rima, ej.
Son son-e (e paragógica), es decir, se utiliza como recurso métrico que da un tono de arcaísmo a la lengua.

Estructura rítmica. La base prosódica de las palabras se ha mantenido firmemente desde el principio de la lengua. Sus versos se organizan en cláusulas y periodos rítmicos. Todo el poema lo podemos reducir a los siguientes pies rítmicos:
Troqueo (sílaba tónica seguida de una átona).
Dáctilo (tónica seguida de dos sílabas átonas) ejemplos:
óo óo óo óo óo óo óo Trocaicos
óoo óoo óoo óoo óoo óoo Dáctilos.

Anacrusis. En la métrica clásica se da este nombre a la 1ª sílaba de un verso, que algunas veces no se cuenta para poder obtener convencionalmente un número exacto de pies rítmicos. oo] óo
óo etc.
En la métrica española puede estar en anacrusis hasta dos o tres sílabas..

Parataxis e hipotaxis. Parataxis es un término frecuentemente empleado como sinónimo de coordinación. Hipotaxis es un término frecuentemente empleado como sinónimo de subordinación.

LENGUAJE POÉTICO DEL POEMA
El poema se compuso en una especie de “lenguaje artístico” semejante, pero no idéntico, al que encontramos en los romances. El uso de formas arcaicas presta un conocimiento de los versos antiguo. Además del empleo de la e-paragógica mencionada antes, se nota una marcada tendencia a apocopar los complementos pronominales: hay, por ejemplo, 79 casos de apócope de se enclítico, comparados con solo tres casos no apocopados (vv. 1384, 1840 y 3379); 15 casos de apócope de me enclítico, comparados con solo un caso no apocopado (v. 2914); y 12 casos de apócope de te enclítico, comparados con solo dos casos no apocopados (vv. 2669 y 3324).

La variedad de los tiempos verbales es extraordinaria: el presente histórico se emplea a menudo, vv.10,17,30 etc. El imperfecto comúnmente expresa el sentido pretérito, vv.910-913, y a veces expresa el presente, vv.190 y 279. El perfecto simple en indicativo aparece alguna que otra vez en lugar del perfecto compuesto, vv.2048 y 2370, mientras que el proceso contrario es más común, vv.70, 201, 746, 848, etc. Hay frecuentes y notables cambios de tiempo, vv. 35-40 “llaman...querién tornar...aguiió...se llegava...sacó...dava...se abre...se parava...” casi todos los cuales se habrían podido expresarse, si bien con monotonía, por perfectos simples.

El Poema se destaca también por las muchas perífrasis verbales. Los verbos auxiliares empleados son: querer más infinitivo con sentido de deseo, vv. 662, 1776, etc; o con sentido inceptivo, vv. 231, 311, etc; fazer más infinitivo con sentido factitivo, vv. 428, 1032,etc; mandar más infinitivo indicando el movimiento para hacer algo, vv. 655, 676, etc, pero también indicando la intención, v.369; tomarse a más infinitivo con sentido inceptivo, comenzador, vv.852, 1514, etc; pensar de o a más infinitivo con sentido inceptivo, vv.10, 227, etc; compeçar de o a más infinitivo, también con sentido inceptivo, vv. 705, 856, 2585, etc. Pero muchas veces estos auxiliares pierden su sentido y se quedan en meros componentes perifrásticos: así, no lo quiera olbidar v. 1444, equivale a “no lo olvide”, Fizo enbiar, v.624 = “envió”, mandédesle tomar, v. 3515= “tomadlo”, se van homillar, v. 1516= “se humillan”; tomós a mavillar, v. 1102=”se maravilló, piénsanse de armar, v. 1135= “se arman”, conpeçós’ de pagar, v. 1201= “se pagó”.
Con frecuencia aparece la perífrasis por medio de un gerundio con ser, estar, ir o andar.

El léxico del poema también se caracteriza por rasgos especiales. Contiene expresiones de origen jurídico: “las exidas e las entradas”, vv. 1163 y 1572, “plazo”, vv. 212, 321, etc; “responder”, v.3305; “rrecudir”, v. 3269, etc; “apreçciadura” v. 3240, etc; “derecho...tuerto”, v. 3138.

Las construcciones absolutas (“la missa dicha”, etc) también pueden provenir de los conocimientos del latín que tenía el poeta.

Hay numerosos ejemplos de pleonasmos intensivos: “llorando de los oios”, “de las sus bocas todos dizían”, “ver con los oios”, “los oios de la cara”, etc; aunque existían, desde luego, frases análogas en latín, aquí aparecen con un tono enteramente popular y tradiconal, y es de notar que por lo regular tienen un significado “físico”.



El epíteto en el Poema.
Las denominaciones del héroe se dividen en tres clases:
a)Título honorífico simple (Cid, Mio Cid).
b)El epíteto simple (Campeador).
c)El epíteto compuesto ( Mio Cid, Campeador; Mio Cid, el Campeador complido).
El epíteto es un procedimiento amplificatorio.
Mio Cid (significa Señor), es un epíteto épico, no común. El pronombre Mio es frecuente, es una fórmula de tratamiento cortés, vasallaje legal.
Campeador es el epíteto más frecuentemente empleado. Significa el que domina el campo (cultismo) por su constitución fonética de “Campi-doctor” o bien del Campiductus- “el que guía en el campo”. Las repeticiones inmediatas del nombre simple ocurren en pasajes recargados de afectividad.
Epíteto celebrativo compuesto y simple. El más parco de los epítetos celebrativos es “el caboso”,
el que va a la cabeza. Se usa muy poco, solo tres veces para designar al Cid.

Epíteto pleno. El que llena o casi llena un hemistiquio o un verso sin rebosar de afectividad.
“Mio Cid Roy Díaz, el que en buena cinxó espada”.

Epíteto rebosante. También llena o casi llena el hemistiquio o el verso y además está recargado de intensidad expresiva. El rebosante siempre es pleno, pero no al contrario. Ej:
Merced, Campeador, En ora buena fostes nado!
Merced, ya Cid, Barba tan complida!
Merced, Campeador, en buen ora cnixieste espada!
¡Yo so Roy Díaz, el Cid de Bivar Campeador.

El número en el poema.
La función especificativa del número hace constar la precisión del estilo del cantar con más claridad que ningún otro aspecto. La exactitud histórica de ciertas cifras comprueban su verismo. Hay multitud de casos en que el juglar hubiera podido decir “unos escuderos”, “un gran número”, “muchos moros muertos”, “mucho tiempo”, “mucho dinero”, “unos golpes”, pero su escrúpulo de precisión le exige ser exacto y decir “Cinco escuderos”, “tres mil e seys cientos hombres”, “tres colpes”, etc.

No hay exageraciones de cantidad en el Poema. La exactitud y sobriedad del cantar en el empleo de los números forman un notable contraste con las exageraciones numéricas de la Chanson de Roland.

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